Es un cuento sencillito, como los que me gustan, pero intenso, como los que me gustan. Además da muchísimo juego con el periódico, como material plástico pero también como fuente de disgustos y (menos) alegrías. A los niños les hace pensar en los adultos que endulzan sus vidas; y a los adultos nos hace pensar en los niños a los que no protegemos de una vida amarga.
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