miércoles, 30 de diciembre de 2015

MEMORIAS DE UNA GALLINA (Concha López Narváez)


Me he identificado muchas veces con muchas protagonistas de lecturas, pero seguramente la mejor de ellas ha sido Carolina, mi retrato más completo, sobre todo cuando inicia la búsqueda de su identidad contra el muro. :-D


Pasaron los días y fuimos creciendo. Al principio me gustó crecer: podía correr más, marcharme más lejos y volar más alto. Pero un día mi madre nos miró con ojos extraños:
         -Hijos, venid todos, que tengo que hablaros –nos dijo.
¿Qué habríamos hecho? ¿Iría a castigarnos? Pero no era eso:
         -Antes erais pequeños. No teníais tareas ni preocupaciones. Ahora habéis crecido. Cuando un pollo crece, tiene que aprender y estar preparado.
         -¿Para qué tenemos que estar preparados?
         -Para ser gallinas o para ser gallos. Los pollos pequeños son todos iguales: con colitas cortas y plumas suaves. Pero de mayores se vuelven distintos. Y unos son gallinas y otros son gallos.
Pusimos caras de sorpresa. Nos parecía raro volvernos distintos al llegar a  grandes. Sabíamos ya qué era ser gallina, pero no sabíamos qué era ser gallo. Hicimos preguntas para comprenderlo:
         -¿Cómo son los gallos?
         -Los gallos son machos. Las gallinas, hembras. Los gallos son grandes, de cabeza alta y cresta empinada. Tienen cola larga, que primero sube y luego se baja. La cola de un gallo parece una fuente. También, en las patas, llevan espolones.
         -¿Qué son espolones?
         -Son como cuchillos.
         -Y ¿para qué sirven?                          
         -Para pelear.
         -Pero si a los pollos sus madres les riñen cuando se pelean.
         -Es que es diferente. Los gallos son grandes.
¿Si alguien era grande podía pelear? ¡Qué cosa tan rara!
Nuestra madre siguió con su charla:
         -A partir de ahora tendremos lecciones y hay que comer mucho. Porque de mayores tenéis que ser todos fuertes y elegantes.
         -¿Por qué hay que ser fuerte y elegante cuando se es mayor?
         -Porque si lo eres nadie te discute, todos te saludan, y te dejan paso para que te comas los mejores granos de trigo o maíz.
         -¿Y si no lo eres?
         -Nadie te saluda ni te deja sitio para comer granos. Y si eres gallina, se ríen de ti, te gritan por todo e incluso te pican. Pero, si eres gallo, es mucho peor.
         -¿Qué le pasa a un gallo?
         -Si un gallo no es fuerte, ni tiene la cresta empinada y roja, ni la cola larga, no sirve de jefe en el gallinero. Entonces...
         -¿Entonces qué ocurre?      
         -Entonces llega la mujer granjera. Lo lleva a su casa, lo echa en la cazuela, después se lo guisa, luego se lo come.
         Nos miramos todos con cara de espanto.
         -Me tiemblan las plumas de pensar que uno de vosotros vaya a convertirse en un gallo débil, con la cresta pálida y la cola corta - añadió mi madre.
Cuando terminó, todos mis hermanos hicieron la misma pregunta:
         -¿Soy gallo o gallina?
         -Aún no estoy segura. Lo sabré muy pronto. Lo que importa ahora es que comáis mucho.
Y luego me miró a mí sola:
         -Se acabó hoy mismo esa tontería de querer volar.
         -¿Por qué? –pregunté.
         -Porque es perder el tiempo.
-Entonces, las alas, ¿para qué me sirven?
         -Pues si eres un gallo, para levantarlas con mucho ruido. Así verán todos la fuerza que tienes. Y si eres gallina, para tapar hijos.
         -Me gustan mis alas. No quiero que sólo sirvan para eso. Y me siento alegre cada vez que vuelo. 
         -¿Es que tú te crees que la vida sirve para estar alegre?
Le dije que sí, y ella se enfadó. Yo no sé por qué.
         -Escúchame bien, pollo atolondrado. La vida es muy dura y la gente grande tiene que ser seria –me dijo.
         -A mí me parece que si hay que estar todo el tiempo serio, y la vida es dura, no me va a gustar eso de ser grande –le dije.

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